Época: Grecia antigua
Inicio: Año 323 A. C.
Fin: Año 146 D.C.

Antecedente:
La Grecia antigua

(C) Alvaro Cruz García



Comentario

A la muerte de Alejandro, en el plano militar, el cargo de quiliarca, "el primero después del Rey", estaba en manos de Perdicas. Era una titulación cargada de connotaciones orientales, imitada de los persas, desempeñada por un hombre de confianza, lo que le atribuía un importante poder en este momento clave. La propuesta triunfante inicialmente fue la de esperar a que el hijo de Roxana se convirtiera en el sucesor en el desempeño de la realeza, propuesta en que, igualmente, triunfaban las expectativas orientalizantes, apoyadas por la caballería, especialmente por los mercenarios, partidarios de acentuar los aspectos carismáticos del jefe militar, capaz de seguir proporcionando la victoria, en la imagen del sucesor y en la realidad del quiliarca. El plan se materializaba en el proyecto de unir Macedonia con Oriente, en una auténtica unidad política, donde se impondrían los aspectos nuevos de la realeza.
Sin embargo, en Macedonia las opiniones se inclinaban en favor de Filipo Arrideo, sucesor por línea directa de Filipo II, medio hermano de Alejandro. Ello significaba la continuidad macedónica propiamente dicha, encarnada en una figura tachada de poco capaz, pero apoyada por los soldados de la falange macedónica y por el conjunto del campesinado. Habría sido el triunfo de una visión de la realeza inspirada en la tradición y en la concepción aristotélica, válida para un campesinado poco atraído ya por la empresa de la gran conquista territorial, más allá de fronteras controlables, entre pueblos de costumbres sorprendentes.

En principio, en Babilonia, se plantea como solución el reparto del poder entre los reyes, lo que significaba un reparto, cargado de expectativas, entre los auténticos hombres fuertes, Crátero, consejero del Rey en Macedonia, Antípatro, jefe de los ejércitos, estratego del ejército macedonio, y Perdicas. Macedonia y Grecia parecen definirse por una sucesión más identificada con Filipo que con Alejandro, lo contrario de lo que ocurre en los ejércitos de Asia. Perdicas se apoya en ello para adquirir fuerza en las negociaciones, donde también interviene Ptolomeo, apoyado en algunas de sus heroicas acciones, entre ellas en la de presentarse como salvador de Alejandro.

En Asia, Crátero se erige en prostates de los reyes para iniciar las negociaciones, pero muere en el año 321, lo que sin duda complica enormemente los resultados anteriores, sometidos ahora a nuevas presiones. En la nueva reunión de Triparadiso, en el año 321, Antígono, que había sido sátrapa de Anatolia, es nombrado estratego para Asia, Ptolomeo, interesado por la conservación de la independencia de las satrapías, se sitúa en Egipto, apoyado en la posesión del cadáver de Alejandro, Lisímaco domina el territorio de Tracia, mientras que Éumenes queda situado en la zona de Paflagonia y Capadocia. A pesar de todas las tendencias orientalizantes de Alejandro, ha predominado la presencia de los generales grecomacedonios.

Macedonia parece erigirse en potencia principal de una Grecia en declive, en la que sólo Atenas mantiene un prestigio cultural, mientras que Esparta es vencida por la Liga Aquea con la ayuda de Macedonia, entre 227 y 222 a.C.

Cos y Rodas, entre otras ciudades, comienzan a desarrollarse como puentes comerciales entre Oriente y Occidente. En Egipto, Alejandría se convierte en un centro cultural y comercial de primer orden, con el Museo y la Biblioteca como instituciones herederas del gran pasado cultural griego y egipcio. El poder egipcio se extiende ahora hacia Cirenaica, Chipre, Panfilia y Licia, aunque a comienzos del siglo II a.C. empieza su decadencia, víctima de corruptelas en el poder y de la pujanza de una potencia emergente, Roma. El reino seleúcida desplaza su capital a Antioquía, que ahora se convierte en foco irradiador del helenismo y en una de las urbes más importantes del momento.

El encontronazo definitivo entre la declinante Macedonia y la emergente Roma se producirá a finales del siglo III a.C. y comienzos del II. El apoyo de Filipo V al cartaginés Aníbal (215-205 a.C.) será castigado por Roma, quienes intervendrán de nuevo entre 200 y 196 a.C. en territorio heleno pretextando liberar a las poleis del poder macedónico. Las legiones romanas consiguen vencer a los macedonios en Cinoscéfalos, dejando el camino libre para la incorporación paulatina del mundo heleno al poder de Roma. El fin de la dinastía macedonia se produce en 168 a.C., con ocasión de la batalla de Pidna, a partir de la cual el reino es dividido en cuatro repúblicas bajo tutela romana.

Contra Siria emprenden los romanos sucesivas campañas hasta que, en 129 a.C., el reino seleúcida es convertido en provincia de Roma. Rodas, que ha ayudado a los enemigos de Roma, ve cómo su economía declina tras la proclamación romana de Delos como puerto franco. Corinto es arrasada en 146 a.C. y Grecia se convierte finalmente en la provincia romana de Acaya, excepto algunas ciudades abiertas. Los distintos reinos herederos del imperio alejandrino irán, paulatinamente, cayendo bajo control romano, algunos por la fuerza, otros, como Pérgamo, por rendición a un enemigo considerado imbatible. Por último, Egipto mantendrá su precaria autonomía hasta el año 31 a.C., cuando la última reina lágida, Cleopatra VI, se suicida tras la batalla de Accio, ganada por Octavio frente a Marco Antonio.

En lo cultural, pese a tantas convulsiones políticas, la herencia de la Grecia clásica se traduce ahora un momento magnífico. Arquitectura y arte tienden ahora a la grandilocuencia, a la búsqueda de la emocionalidad, al lujo exaltador del poder. La fuerza de Grecia y de su arte es tal que el lenguaje helenístico sobrevivirá con éxito hasta la llegada de Augusto al poder, hasta el punto de convertirse en parte de la expresión romana.